Esta afirmación se recoge en el documento denominado Los niños hablan de los efectos de la privación de libertad: el caso de América Latina, que reúne información sobre niños, niñas y adolescentes privados de libertad y sobre aquellos que tienen referentes adultos encarcelados, encontrando así las intersecciones entre dos realidades intrínsecamente ligadas por la violencia.
Se trata de un informe elaborado a partir de una alianza entre la Oficina del Representante Especial del Secretario General sobre la Violencia contra los Niños de Naciones Unidas, la Plataforma NNAPES, UNICEF, los gobiernos de Paraguay y Uruguay, y la organización Gurises Unidos.
El trabajo se realizó entre 2017 y 2018 cuando se mantuvieron consultas a un total de 504 niños, niñas y adolescentes que o bien estaban privados de libertad o tenían a un referente adulto privado de libertad.
En cuanto al grupo de niñas, niños y adolescentes con referentes adultos privados de libertad (NNAPES), se consultaron niños, niñas y adolescentes de 6 a 17 años, residentes en Argentina, Brasil, Chile, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Uruguay.
“Los niños privados de libertad o con padres encarcelados se encuentran entre los más marginados del mundo, viven una vida marcada por la violencia y el miedo y ven sus derechos pisoteados sistemáticamente”, señala el informe y acota que los dos grupos tienen en común que sus vidas están condicionadas por la falta de un apoyo parental adecuado y por la violencia, el miedo, la inseguridad y la exclusión social. “La privación de la libertad está ligada intrínsecamente al ciclo de la violencia. El recurso a la violencia está presente en su trayectoria vital, en sus familias, en el momento del arresto y durante toda la reclusión”, añade el documento.
Invisibles
“Cuando tus padres están en la cárcel, ¿quién te va a ayudar?”, expresa un adolescente chileno que formó parte de la consulta. Una sensación similar tiene otro adolescente de Uruguay: “Somos personas, pero para la sociedad es como si no existiésemos”.
El encarcelamiento de un familiar tiene efectos negativos en el entorno familiar, impactando en la economía y en el cuidado de los niños y niñas. En la mayor parte de los casos, son los propios niños, niñas y adolescentes quienes tienen que asumir roles adultos, abandonando la educación formal y realizando actividades de trabajo infantil, y muchas veces están expuestos a la vida en calle, a situaciones de violencia, abuso y explotación. A esto se le suma el impacto a nivel psicológico y emocional, así como la estigmatización de su entorno.
Entre los hallazgos, el estudio señala que muchos niños, niñas y adolescentes privados de libertad tienen también un padre o familiar en prisión. En Uruguay, esta situación se cumple en un 67 % de los casos. El informe afirma que este dato evidencia el ciclo pernicioso que puede desencadenar el ingreso al sistema de justicia en la niñez y esta es una de las razones poderosas por las que urge adoptar medidas de prevención y aplicar el principio de remisión para los menores infractores.
En este sentido, el documento realiza una serie de recomendaciones a los Estados que se enfocan en la protección de los niños, niñas y adolescentes ante el sistema de penal, en el establecimiento de mecanismos de supervisión y vigilancia, en la capacitación de personal, en la promoción de la sistematización y análisis de datos, y en la colaboración con los actores locales, la sociedad civil y el sector empresarial. Por último, se sugiere una mayor inversión en la niñez y en la adolescencia, recomendación que se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas.
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